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Vivir en un pueblo. Una apuesta por la calidad de vida

Este año 2020 está suponiendo un cambio en muchos aspectos de nuestra vida personal y profesional. La pandemia del coronavirus nos está afectando a todos los niveles, y después de todos estos meses se están empezando a ver muchos de los efectos que está produciendo en nuestros hábitos y estilos de vida.

En un par de post anteriores os hablábamos de las tendencias del mercado inmobiliario para este año y de que el teletrabajo se estaba asentando como una opción laboral para muchas personas (no lo decimos solo nosotros, según el Banco de España, hasta un 30% de los empleos podrían desempeñarse a distancia). La incertidumbre de cómo encarar los próximos meses, la vuelta de las vacaciones con la amenaza de diferentes rebrotes y el miedo a un posible confinamiento han disparado las búsquedas de viviendas en los pueblos, no solo para la temporada de verano sino para todo el año. Como ejemplo, la diferencia de precio de una vivienda en un pueblo frente al centro de Madrid puede ser más de un 50% más económica.

Tener cerca espacios naturales: el nuevo lujo

Vivir cerca de entornos naturales que garanticen el poder estar en contacto con la naturaleza con seguridad ha pasado a ser un lujo, así como evitar posibles contagios minimizando las situaciones de riesgo y disponer de espacios al aire libre se han convertido en las prioridades para muchas familias. No obstante, durante los meses de confinamiento, las 10 viviendas más visitadas en un conocido portal inmobiliario en internet fueron chalets con jardín y áticos. Volver a pasar varios meses sin poder salir a la calle en un piso pequeño o con niños en casa a la vez que intentamos teletrabajar es muy una experiencia muy dura que todos queremos evitar.

El empadronamiento en los pueblos ha aumentado

Las consecuencias físicas y psicológicas de estos meses de confinamiento en pisos pequeños e interiores, con poca luz y mala ventilación en muchos casos son evidentes para todos, y para muchas personas han supuesto la determinación de optar por un cambio en sus vidas e irse a vivir a viviendas más amplias y luminosas en municipios más pequeños, bien comunicados con las grandes ciudades, pero tranquilos y seguros. Los datos muestran que en los últimos meses se ha producido un aumento de los empadronamientos en las viviendas de segundas residencias en las zonas de costa y en los pueblos cercanos a las grandes ciudades como Madrid y Barcelona.

Este fenómeno no es exclusivo de España, sino que se está repitiendo por toda Europa: cada vez son más las personas que optan por salir de las grandes ciudades e irse a vivir a lugares más tranquilos y seguros para toda la familia. La vida en estos pueblos permite poder realizar la compra en los comercios locales comprando productos de calidad y cercanía, tener cerca un centro de salud, colegios y escuelas infantiles y sobre todo, disponer cerca de casa de espacios naturales, parques, bosquecillos o dehesas donde salir a practicar deporte o donde los niños y niñas pueden jugar y estar al aire libre.

Quien prueba a dormir una noche acompañado por el sonido de los grillos, despertándose por la mañana oyendo el canto de los pájaros de un árbol cercano, no quiere volver a encerrarse en una ciudad, rodeado de tráfico y ruido. Es una apuesta por la salud, por la calidad de vida.

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