A finales de febrero y comienzo de marzo, son muchos los árboles que comienzan a florecer y a anunciar con su presencia que cada vez está más cerca la primavera.
Cuando se vive en una ciudad, rodeados de asfalto, cemento y grandes edificios es más difícil que nos demos cuenta del paso de las estaciones, pero hay pequeños detalles que, si nos fijamos, nos lo pueden indicar. Las mimosas, con sus flores en forma de bolas amarillas en cascada son muy frecuentes en los parques y puestos de flores de las calles de Madrid. También por estas fechas los almendros se llenan de flores blancas y rosas, cubriendo las ramas y atrayendo a todo tipo de insectos por su dulce olor.
Es verdad que el almendro es un árbol más propio de climas mediterráneos, pero en Madrid podemos encontrar varios de ellos, repartidos sobre todo por los parques de la ciudad. Destacamos los almendros que podemos encontrar en La Quinta de los Molinos, situada en la madrileña calle de Alcalá en el número 527 (metro Suanzes). Es una antigua finca que el conde de Torres Arias regaló al arquitecto alicantino César Cort Bortí y que este llenó de árboles y plantas que le recordaban a su tierra levantina. Hoy en día es considerado Parque Histórico de la ciudad, y además de los dos molinos que le dan el nombre, podemos encontrar una zona llena de almendros que por estas fechas recibe muchas visitas que vienen a ver todo el esplendor de estos árboles en flor. También podemos encontrar almendros en la Dehesa de la Villa, otro parque situado al noroeste de Madrid. Son menos, y están más repartidos, pero durante estas fechas destacan entre la maleza de pinos y arbustos de hoja perenne.
Si nos salimos de la almendra central de Madrid, el paisaje cambia, y una vez alejados de las principales vías de circunvalación es posible volver a percibir las señales de la naturaleza. La cuenca media del Jarama es una zona muy propensa a la vegetación, por la cercanía del río pero también por el clima y las características de la tierra, que la han hecho propensa a ser zona de cultivo. Aquí para estar en contacto con la naturaleza basta con salir de casa, y es frecuente cruzarse con los vecinos en algún robledal o dehesa donde ellos también han salido a pasear.
En municipios como Alalpardo-Valdeolmos, separados ambos por apenas 5 kilómetros, el contacto con la naturaleza es constante, y es muy fácil darse cuenta del paso del tiempo a través de los árboles. Ya se van viendo los primeros brotes anunciando la primavera.